Por Marta Sigarán
Gerente País, CCK El Salvador
“Cada cabeza es un mundo” una expresión popular que escuchamos generalmente para definir lo difícil que es comprender a quienes nos rodean en el día a día.
Como seres humanos contamos con diferentes elementos que nos caracterizan: la personalidad, el ambiente en el que crecimos, nuestra familia, hábitos, y habilidades natas y aprendidas, entre otros. Estas características nos describen y nos convierten en quienes somos.
Vivimos en una sociedad que, por definición, es un conjunto de personas que se relacionan entre sí, de ahí lo importante de conocer el poder de las relaciones y lo vital que es para cada uno de nosotros convivir a pesar de las diferentes características que poseemos.
El trabajo en equipo es algo que se nos fomenta desde muy temprana edad; sin embargo, generalmente es algo impuesto en el que no necesariamente todos los miembros cuentan con las capacidades necesarias para conformar el equipo, logrando que algunos casos desde temprana edad se dificulte este tipo de prácticas. Esas barreras construidas al inicio de la vida se trasladan en la edad adulta, complicando la convivencia en ambientes laborales.
Surge la pregunta, estos trabajos ¿Son verdaderos trabajo en equipo o más bien son un trabajo en grupo? ¿Cómo podemos diferenciarlo?
Un trabajo en grupo es básicamente un conjunto de personas haciendo un trabajo. Por su parte, un trabajo en equipo es un grupo de personas con un mismo objetivo y que aportan lo mejor de cada uno para lograrlo.
Estos son algunos elementos clave que nos permitirán tener un verdadero trabajo en equipo:
- Definición clara de objetivos: es vital para el trabajo en equipo, fijarse claramente hacia donde se espera llegar con el proyecto, tener claridad en lo que se busca y en los resultados que se esperan obtener.
- Optimización de habilidades: una de las mayores oportunidades del trabajo en equipo es lograr identificar las habilidades principales de cada miembro y optimizarlas asignando tareas que se le faciliten y lo hagan dar lo mejor de sí.
- Estrategia y asignación de tareas: esto requiere de lograr identificar en los miembros aspectos como liderazgo y responsabilidad, las tareas son asignadas según sus habilidades, por lo que es importante identificar al líder del equipo, quien no necesariamente es el jefe de la organización, sino quien mantenga motivado al resto, asigne las tareas y dé seguimiento. Es importante de igual manera el compromiso de cada miembro en el cumplimiento de estas.
- Actitud: La actitud positiva es un elemento que no debe faltar, mantener al equipo motivado, seguro del potencial y del aporte que cada uno brinda, es vital para lograr la meta.
Estos elementos los vemos fácilmente reflejados en el ambiente deportivo. Un equipo de futbol con el objetivo claro de ganar la copa, con una estrategia clara que les permita asignar las tareas para cada jugador, tomando en cuenta las habilidades y características personales y sumándole la actitud ganadora, tiene más probabilidades de llegar al éxito.
Llevar esta dinámica al lugar de trabajo es un reto importante en las organizaciones, teniendo en cuenta que hay barreras, como el tema generacional, factores culturales y personalidades, pero si todos los miembros están conscientes de la importancia de cada uno de ellos como parte fundamental en el equipo, retomar la frase “Cada cabeza sea un mundo” nos lleva a contemplarla como una verdadera ventaja, cada uno de esos mundos aportando sus habilidades particulares a nuestro proyecto y buscando un fin común rumbo al éxito.